«Muchos de esos muertos, la mayoría, se podrían haber salvado», afirmó Francisco, en una intervención especial sobre esa tragedia en los mares y desiertos del mundo.
El Papa Francisco advirtió hoy sobre el «grave pecado» de quienes buscan alejar a los migrantes y refugiados en busca de una vida mejor, lamentando la «tragedia» que se vive en las actuales rutas migratorias, al denunciar la indiferencia ante los que mueren cruzando desiertos y mares.
«Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente y con todos los medios para expulsar a los migrantes. Y esto, hecho con conciencia y responsabilidad, es un pecado grave», declaró, en la plaza de San Pedro, ante peregrinos y visitantes de diversos países.
«El huérfano, la viuda y el extranjero son los pobres por excelencia, a quienes Dios siempre defiende y nos pide que defendamos», añadió.
Francisco interrumpió el ciclo de reflexiones semanales de sus audiencias públicas para abordar, en una intervención especial, la situación que se vive en «mares y desiertos» que, «para muchos, para demasiadas personas, son mortales».
«He hablado muchas veces del Mediterráneo, dijo el Papa, porque soy obispo de Roma y porque es emblemático: el ‘Mare Nostrum‘, lugar de comunicación entre pueblos y civilizaciones, se ha convertido en un cementerio. Y la tragedia es que muchos de esos muertos, la mayoría, podrían haberse salvado».
Al mismo tiempo, rechazó la creación de leyes «más restrictivas» o la «militarización de las fronteras», señalando la necesidad de una «gobernanza global de la migración, basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad».
La solución, continuó, pasa por «ampliar rutas de acceso seguras y regulares para los migrantes, facilitando refugio a quienes huyen de guerras, violencia, persecución y diversos desastres».
Francisco también habló de la trata de personas, defendiendo acciones contra «traficantes criminales que explotan despiadadamente la miseria ajena».
El pasado mes de marzo, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) publicó un informe con motivo del décimo aniversario del proyecto ‘Migrantes Desaparecidos’, en el que se registraron más de 63.000 muertes y desapariciones. Según los datos, alrededor de 5.500 mujeres murieron en las rutas migratorias en la última década y el número de niños identificados es casi de 3.500.
El Papa fue particularmente crítico con quienes «abandonan» a los inmigrantes en los desiertos, donde terminan muriendo, fuera de la vista de todos, «en la era de los satélites y los drones».
«Eso es cruel», dijo, y añadió: «A menudo no nos enfrentamos a muertes naturales. A veces los llevan [a los migrantes] a los desiertos y los abandonan».
La reflexión destacó el valor simbólico del mar y del desierto en la Biblia: «Lugares de sufrimiento, de miedo, de desesperación, pero al mismo tiempo lugares de paso hacia la liberación».
Francisco subrayó que «Dios mismo cruza el mar y el desierto», compartiendo el «drama de los migrantes».
«El Señor está con ellos, no con quienes los rechazan», resaltó.
El Santo Padre elogió a los «buenos samaritanos» que se esfuerzan por «ayudar y salvar» a los migrantes heridos en los cinco continentes, «un signo de una humanidad que no se deja contagiar por la mala cultura de la indiferencia y el descarte».
Hablando de una «lucha de civilización», Francisco subrayó que «hay muchas maneras de dar tu propia contribución, en primer lugar, la oración».
«Queridos hermanos y hermanas, unamos nuestros corazones y fuerzas, para que los mares y los desiertos no sean cementerios, sino espacios donde Dios pueda abrir caminos de libertad y fraternidad», concluyó.
Después de la reflexión, el Papa dio la bienvenida a los grupos de varios países: «Ayudemos de todas las formas posibles a los migrantes de hoy, también con el apoyo de nuestra oración», recomendó una vez más.+
Nota reproducida en AICA