El futuro pertenece a las nuevas generaciones, y éstas podrán construirlo si los profesores que forman saben transmitirles confianza y audacia, si los textos que preparan logran desarrollar la sed de conocimiento y sabiduría.
Es una exhortación a crear espacios de aprendizaje en unión con las familias y donde «la mente y el corazón» se abran al mundo, la del Papa Francisco a la delegación de la editorial La Scuola, recibida hoy, 21 de noviembre, en la Sala de los Papas. Francisco una vez más planteó la llamada a «un pacto educativo» que una a las familias, la escuela y la sociedad.
Honor, estímulo y reconocimiento
Son las palabras de San Pablo VI las que sirven de telón de fondo al discurso del Papa; fue el padre de Montini quien había contribuido a la fundación de esta realidad activa en la producción editorial dirigida a profesores y estudiantes.
Honramos su consumada ciencia pedagógica; alentamos su actividad al servicio de la escuela; reconocemos su moderna sensibilidad ante los problemas escolares
En la estela de Pablo VI
El Papa destacó las «audaces» adquisiciones de dos editoriales de inspiración católica, SEI e Il Capitello, como cumplimiento actual de los deseos del Pontífice originario de la provincia de Brescia, lugar donde nació La Scuola en 1904.
Competencia y transformación cultural
La competencia en el sector editorial y la «transformación cultural en curso, marcada por la desarticulación de la investigación religiosa y la indiferencia generalizada» son retos que la editorial afronta sin miedo. Un legado valiente que hunde sus raíces en el apoyo de los fundadores de La Scuola a la revista Scuola Italiana Moderna. Una «presencia pedagógica de inspiración católica» en los institutos italianos, capaz de aunar las inteligencias de sacerdotes y laicos apasionados por la educación de las nuevas generaciones.
Formar a los jóvenes en los valores del Evangelio
«La pasión por la educación y la formación de formadores» son las piedras angulares sobre las que se asientan las actividades de la editorial Bresciana. Desde las publicaciones hasta las obras pedagógicas y la formación de profesores, pasando por las colaboraciones con la Universidad Católica del Sagrado Corazón, todo converge en la conciencia de que «formar a los niños y a los jóvenes en los valores del Evangelio significa aportar una contribución esencial a una sociedad de personas responsables, capaces de construir lazos de fraternidad con todos».
Abrazar las riquezas
De los libros al entorno para, como afirma la encíclica Fratelli tutti, «acoger el bien que el Espíritu Santo difunde por doquier, sin temor a perder la propia identidad».
Citando la Lumen gentium, el Papa recordó a continuación cómo la Iglesia está llamada a «acoger todas las riquezas, los recursos y las formas de vida de los pueblos en lo que hay de bueno en ellos».
El lenguaje del corazón y de las manos
Una actitud «dialogante» que, aplicada a la escuela, la convierte en «un lugar donde se aprende a abrir la mente y el corazón al mundo». Retomando una de sus catequesis, Francisco recordó cómo el aprendizaje no consiste en «llenar la cabeza de ideas, sino en acompañar y animar a los alumnos en el camino del crecimiento humano y espiritual, mostrándoles cómo la amistad con Jesús resucitado dilata el corazón y hace la vida más humana».
“Los tres lenguajes: lenguaje del corazón -para sentir bien-, lenguaje de la cabeza -para pensar bien-, lenguaje de las manos -para hacer bien-. Pero todos en armonía: hacer lo que se siente y se piensa; sentir lo que se piensa, se hace; pensar lo que se siente y se hace. Estos tres lenguajes unidos, todos ellos.”
Una afirmación que es una oportunidad para relanzar «la necesidad de un pacto educativo capaz de unir a las familias, a las escuelas y a toda la sociedad». Para ello, Francisco introdujo una anécdota personal. «Una vez dije una mala palabra -tenía 9 años- a la maestra», cuenta el Papa. «Ella llamó a mamá. Hablaron y luego me llamaron. Mamá me dijo: «Discúlpate con la maestra». Le pedí disculpas. Y volví a clase contento de que hubiera sido tan fácil, pero no era verdad. El segundo acto de la obra es cuando llegué a casa y allí, me dieron el segundo acto».
Había una unidad, ¿no? Hoy en día muchas veces es al revés, ¿no? Los padres van y se quejan porque el profesor le hizo eso al niño, le hizo aquello… es terrible eso. Pero volver a esos recuerdos es bueno para nosotros.
El conocimiento de los alumnos, entre pasado y presente
Son varias las consecuencias que se extraen de la publicación de los textos para las escuelas: ayudar «a los alumnos a pensar», ensanchar sus mentes y sus corazones «a las diversas formas del saber», así como «ensanchar el espíritu a la historia que nos ha generado» y «comprender el valor, también social, de la religión». En ellos, el Papa traza un triple paralelismo, vinculando las actividades de los miembros fundadores de La Scuola y de los líderes de hoy con «el comienzo de nuestra latinidad». Es decir, la huida de Eneas de la «derrotada» Troya.
¿Qué hizo? ¿Quejarse? No. Tomó al niño, tomó a su padre de la mano y siguió adelante. Esa es un poco la actitud, ese «sublato montem, sublato patre montem petivi». Y el camino a seguir, siempre es una oportunidad en los malos tiempos y en los buenos tiempos.
Humanidad aprendida en las aulas
En tiempos de crisis, fue la voz de los profetas la que «indicó nuevos horizontes de esperanza». Una enseñanza sacada de la Biblia y que Francisco espera para la editorial Bresciana, consciente de que «una humanidad fraterna se aprende en los bancos de la escuela, gracias a textos eficaces, a profesores competentes y apasionados, y a instrumentos técnicos adaptados a la condición de los alumnos».
“Con la ayuda de Dios, ¡que estén a la altura de su historia!”
Nota reproducida en Vatican News