Con ocasión del Consistorio para la Creación de Nuevos Cardenales y a pocos días de la apertura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores lanza un llamamiento a la acción sobre el tema de su competencia. Se indican tres vías: la solidaridad, exhortada hacia las víctimas y los sobrevivientes, a la luz de las continuas revelaciones de abusos; la intensificación, por parte de los responsables de la Iglesia, del compromiso y de los recursos para promover la protección contra los abusos en todas partes; y, por último, la toma de conciencia de que la protección es una prioridad en el Sínodo sobre la sinodalidad.
Solidaridad con los que tienen hambre y sed de justicia
Como Comisión Pontificia para la Protección de los Menores -se lee en el comunicado difundido hoy- expresamos nuestro profundo dolor y nuestra solidaridad incondicional, en primer lugar, con las víctimas y los sobrevivientes de tantos crímenes innobles cometidos en la Iglesia. Cada día parecen surgir nuevas pruebas de abusos, así como de encubrimiento y gestión inadecuada por parte de los dirigentes eclesiásticos de todo el mundo. Mientras que algunos casos reciben mucha atención de los medios de comunicación, otros son poco conocidos -si es que se conocen-, lo que deja a muchas personas sufriendo en silencio. Cada abuso implica la angustia y el dolor de una terrible traición, no sólo por parte del abusador, sino también por parte de una Iglesia incapaz o incluso no dispuesta a asumir la realidad de sus acciones.
Escuchamos y nos sentimos perturbados por los informes sobre las acciones de individuos en posiciones de responsabilidad dentro de la Iglesia, por el sufrimiento de aquellos que se han visto afectados, así como por el trágico legado de comportamientos viles asociados con movimientos laicos y otros, y muchas áreas de la vida institucional de la Iglesia. Estamos profundamente conmocionados por el inmenso sufrimiento, el dolor persistente y la revictimización vivida por tantas personas, y condenamos inequívocamente estos crímenes -y su impunidad- perpetrados contra tantos de nuestros hermanos y hermanas. Reiteramos nuestro firme compromiso de trabajar para que, en la medida de lo posible, estos actos abominables y reprobables sean erradicados de la Iglesia.
Los casos hechos públicos recientemente ponen de manifiesto trágicas carencias en las normas destinadas a punir a los abusadores, así como a asegurar una adecuada gestión por parte de quienes tienen el deber de hacer frente a estas fechorías. Llevamos mucho retraso en la corrección de las lagunas en los procedimientos, que dejan a las víctimas heridas y a oscuras tanto durante como después de que los casos se hayan resuelto. Seguiremos estudiando atentamente lo que no funciona e insistiremos en que se introduzcan los necesarios cambios para que todos los afectados por estos crímenes atroces tengan acceso a la verdad, la justicia y la reparación. Nos comprometemos también a utilizar nuestro papel para instar a otros representantes de la Iglesia que tienen la responsabilidad de abordar estos crímenes a que cumplan eficazmente su misión, reduzcan al mínimo el riesgo de ulteriores transgresiones y garanticen un ambiente respetuoso para todos.
Llamamiento a la conversión para los líderes de la Iglesia
«Nuestra Comisión -continúa el texto- fue creada poco después de la elección del Papa Francisco en 2013. En armonía con el Consejo de Cardenales, ha supervisado una serie de iniciativas que han puesto de relieve la realidad de los abusos sexuales y la necesidad de reformas firmes para hacer frente tanto a los abusos como a su mala gestión por parte de los líderes de la Iglesia. Ahora estamos en la fase de alineamiento y consolidación de nuestros esfuerzos con los del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, y con todos aquellos organismos de la Curia Romana cuyo trabajo repercute en la protección en todo el mundo.
Sin embargo, cinco años después de la Cumbre de 2019 sobre la Protección de Menores, que reunió a líderes de la Iglesia de todo el mundo, persisten profundas frustraciones, particularmente entre quienes buscan justicia por los agravios sufridos: nadie debería tener que suplicar justicia en la Iglesia. La resistencia inaceptable que persiste indica una escandalosa falta de resolución por parte de muchos, en la Iglesia, a menudo agravada por una seria falta de recursos. El Papa Francisco nos ha advertido que las desigualdades en el mundo no deben infectar a la Iglesia.
Podrá darse un cambio eficaz sólo con la conversión pastoral de los líderes de la Iglesia. Mientras el Colegio de Cardenales se reúne en Consistorio, nos anima la frecuente admonición del Santo Padre a quienes están llamados a este papel especial, papel cuya responsabilidad significa que la sangre que hay que derramar sea la propia y no la de quienes están bajo su cuidado. Como modelo de valiente propio sacrificio, la creación de nuevos Cardenales es un momento oportuno para la reflexión, el arrepentimiento y la renovación de nuestro compromiso indisoluble de proteger y defender a los más vulnerables, utilizando todos los medios posibles.
Hacemos un llamamiento a todos los que están unidos en el Sagrado Colegio para que recuerden a las víctimas y a sus familias e incluyan, como parte de su juramento de fidelidad, el compromiso de permanecer firmes en el honrara quienes han sido afectados por abusos sexuales, uniéndose a ellos en la búsqueda común de la verdad y la justicia. Todos los obispos y los superiores religiosos deberían hacerse eco de este compromiso.
Junto con todos los que han sufrido un abuso y sus consecuencias, digamos: «¡Basta!».
Exhortación cristiana al cambio
Un momento importante para promover estos esfuerzos «reside – afirma la nota – «en el próximo Sínodo sobre la Sinodalidad». La realidad de los abusos sexuales en nuestra Iglesia «va al corazón de la agenda del Sínodo. Trata de quiénes somos como comunidad de fe, fundada en Jesús. Impregna discusiones sobre los modelos de liderazgo, funciones en el ministerio, estándares profesionales de comportamiento y de justa relacion, unos con otros y con toda la creación. Pedimos – se lee en el documento – que los abusos sexuales en la Iglesia impregnen sus debates a la hora de abordar enseñanza, ministerio, formación y gobierno. Como comunidad de los reconciliados, el sagrado culto de la Iglesia también debería encontrar una adecuada inclusión y expresión de este fracaso tan íntimo de la misma Iglesia. Aunque a veces pueda parecer un conjunto desalentador de cuestiones que afrontar, les rogamos que se unan para afrontar el reto, de modo que podamos hacer frente a la amenaza que suponen los abusos sexuales para la credibilidad de la Iglesia en la proclamación del Evangelio».
El comunicado concluye con una serie de exhortaciones a dedicar, entre otras cosas, «tiempo y espacio significativos para integrar el testimonio de las víctimas/sobrevivientes» en los trabajos sinodales, así como a trabajar para que los ministerios de la Iglesia se conviertan lo antes posible en «lugares de acogida, empatía y reconciliación para quienes se han visto afectados por abusos», con el fin de llegar al «día en que todos los niños estén protegidos por políticas y procedimientos de seguridad adecuados, conocidos y consolidados».
«Les exhortamos a que trabajen para alcanzar estos objetivos, tan largamente esperados: no sólo durante uno o dos días de su reunión, sino a lo largo de todo el proceso sinodal. Su logro -concluye el texto de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores- será un signo distintivo del éxito del Sínodo, un signo de que estamos caminando con los heridos y los olvidados como discípulos del único Señor, buscando un camino mejor».
Nota reproducida en VaticanNews