Firmado por las máximas autoridades de ambos dicasterios — Víctor Manuel Card. Fernández (Prefecto) y Mons. Armando Matteo (Secretario para la Sección Doctrinal) por el de la Doctrina de Fe; y José Card. Tolentino de Mendonça (Prefecto) y Mons. Paul Tighe (Secretario para la Sección Cultura) por el de Cultura y Educación—, esta Nota consta de 6 grandes puntos, 117 apartados y 215 citas:
I. Introducción
II. ¿Qué es la Inteligencia Artificial (IA)?
III. La inteligencia en la tradición filosófica y teológica
Racionalidad
Encarnación
Relacionalidad
Relación con la Verdad
Custodia del mundo
Una comprensión integral de la inteligencia humana (IH)
Límites de la IA
IV. El papel de la ética para guiar el desarrollo y el uso de la IA
Una ayuda a la libertad humana y a las decisiones
V. Cuestiones específicas
La IA y la sociedad
La IA y las relaciones humanas
IA, economía y trabajo
La IA y la sanidad
IA y educación
IA, desinformación, deepfake y abusos
IA, privacidad y control
La IA y la protección de la casa común
La IA y la guerra
La IA y la relación de la humanidad con Dios
VI. Reflexión final
La verdadera sabiduría
“La presente Nota afronta las cuestiones antropológicas y éticas planteadas por la IA, cuestiones que son particularmente relevantes en cuanto que uno de los objetivos de esta tecnología es el de imitar la inteligencia humana que la ha diseñado”, se afirma en la introducción, dando marco al texto completo. Lleva a la conversación una expresión del Papa Francisco, “el cambio de época” que implican las múltiples relaciones entre la humanidad y la tecnología.
Qué ofrece la Iglesia y para quiénes
“La Iglesia ofrece su experiencia a través de las reflexiones de la presente Nota que se concentran sobre el ámbito antropológico y ético. Empeñada en un papel activo al interno del debate general sobre estos temas, exhorta a cuantos tienen el encargo de transmitir la fe (padres, enseñantes, pastores y obispos) a dedicarse con cuidado y atención a esta cuestión urgente. Si bien está dirigido especialmente a ellos, el presente documento está pensado para ser accesible a un público más amplio, es decir, a aquellos que comparten la exigencia de un desarrollo científico y tecnológico que esté al servicio de la persona y del bien común”, se explica en la Introducción.
¿Se puede definir la IA?
En el texto se desarrolla la evolución de la IA que se inició como “un programa de investigación destinado a utilizar máquinas para realizar tareas típicamente asociadas al intelecto humano y al comportamiento inteligente”, pasando por “el desarrollo de sistemas complejos capaces de llevar a cabo tareas muy sofisticadas. Estos sistemas de la llamada ‘IA débil’”, hasta con lo que convivimos actualmente: “la mayor parte de los sistemas contemporáneos, en particular aquellos que usan el aprendizaje automático, se basa sobre inferencias estadísticas más que sobre deducciones lógicas. Analizando grandes conjuntos de datos con el objetivo de identificar patrones, la IA puede ‘predecir’ los efectos y proponer nuevas vías de investigación, imitando así ciertos procesos cognitivos típicos de la capacidad humana de resolución de problemas”.
¿La IA es igual a la IH?
Esto se sostiene en esta Nota que está redactada en un lenguaje ATP (Apto para Todo Público): “Existe una presunción implícita de que la palabra ‘inteligencia’ debe utilizarse del mismo modo para referirse tanto a la inteligencia humana (IH) como a la IA. Sin embargo, esto no parece reflejar el alcance real del concepto. En lo que respecta al ser humano, la inteligencia es de hecho una facultad relativa a la persona en su conjunto, mientras que, en el contexto de la IA, se entiende en un sentido funcional, asumiendo a menudo que las actividades características de la mente humana pueden descomponerse en pasos digitalizados, de modo que incluso las máquinas puedan replicarlas”.
Y distingue: “Sus características avanzadas confieren a la IA capacidades sofisticadas para llevar a cabo tareas, pero no la de pensar. Esta distinción tiene una importancia decisiva, porque el modo como se define la ‘inteligencia’ va, inevitablemente, a determinar la comprensión de la relación entre el pensamiento humano y dicha tecnología”.
¿Qué dicen las tradiciones filosóficas y teológicas sobre la inteligencia?
Y el texto va al nudo: En “una relación adecuada con la creación, por un lado, los seres humanos emplean su inteligencia y habilidad para cooperar con Dios en guiar la creación hacia el propósito al que Él la ha llamado, mientras que, por otra parte, el mismo mundo, como observa san Buenaventura, ayuda a la mente humana a «ascender gradualmente, como por los distintos escalones de una escalera, hasta el sumo principio que es Dios»”, destacando que “todo el ser humano el que es, al mismo tiempo, material y espiritual”.
“Una correcta concepción de la inteligencia humana, por tanto, no puede reducirse a la mera adquisición de hechos o a la capacidad de realizar determinadas tareas específicas; sino que implica la apertura de la persona a las cuestiones ultimas de la vida y refleja una orientación hacia lo Verdadero y lo Bueno”, sostiene poniendo el foco en la ética.
Límites de la IA
La Nota subraya que la IA “procesa y simula ciertas expresiones de la inteligencia” dentro de ámbito lógico-matemático, en tanto que la IH “se desarrolla continuamente de forma orgánica en el transcurso del crecimiento físico y psicológico de una persona y es moldeada por una miríada de experiencias vividas en el cuerpo”.
Ya entrando en una concepción antropológica cristiana aparece la dignidad como factor diferencial: “Establecer una equivalencia demasiado fuerte entre la inteligencia humana y la IA conlleva el riesgo de sucumbir a una visión funcionalista, según la cual las personas son evaluadas en función de las tareas que pueden realizar. Sin embargo, el valor de una persona no depende de la posesión de capacidades singulares, logros cognitivos y tecnológicos o éxito individual, sino de su dignidad intrínseca basada en haber sido creada a imagen de Dios”.
Antiqua Et Nova no deja un solo espacio donde la humanidad, su inteligencia y la IA puedan convivir, retroalimentarse mutuamente e interactuar con novedades, invenciones y sorprendentes maravillas tecnológicas, incluso cuando los dilemas éticos empujen en discernimiento hacia las fronteras tanto del alma como del cuerpo y la mente.
“Saber valorar críticamente las distintas aplicaciones en los contextos particulares, con el fin de determinar si estas promueven, o no, la dignidad y la vocación humana, y el bien común”, es la desafiante propuesta para la humanidad del aquí y el ahora, en una conciencia de la construcción relacional de los vínculos entre la inteligencia Humana y la Artificial, siempre teniendo por delante el bien del otro, mi semejante, todos hermanos en dignidad ante Dios.
El documento completo puede consultarse aquí:
Nota reproducida en ADN Celam