Hace 532 años, el hecho llamado “Descubrimiento del Nuevo Mundo” provocó el choque de dos civilizaciones distintas que, amalgamadas, dieron lugar al mestizaje que nos caracteriza.
Este tiempo, que se supondría avanzado en esta identidad, vuelve a batirse en discusiones bizantinas en torno a lo que se debe o no perdonar. Pretensiones de un indigenismo recalcitrante o un hispanismo triunfalista. El primero, afirmando que aquí todo era absolutamente ordenado civilizado y único, mientras que el segundo, deviene hacia la conquista de la barbarie de tribus plagadas de rituales inhumanos, entre otras cosas.
Sin embargo, la discusión no sólo se centra ahí. Una sobrada arrogancia nos pone siempre la mirada en el ombligo y empuja a decir que todo lo hispánico nos debe perdón y disculpas. Reducir a la simpleza inaudita de que en esta parte del mundo, a la llegada de Colón, se cometieron inimaginables genocidios, término que, por cierto, sólo fue acuñado hasta después en el siglo XX.
La realidad es que, en estos atavismos a los que nos hemos sometido, pensar que aquí existían civilizaciones esplendorosas es equivalente a afirmar que en Marte hubo vida civilizada. Pero la deuda es lo que importa en nuestros días y cómo, en esta demagógica soberbia del populismo oficialista, esos herederos de los pueblos prehispánicos continúan marginados, discriminados, olvidados y sin posibilidades de desarrollo.
A pesar del boom de los programas del bienestar donde se prodiga dinero a manos llenas, todos sin excepción, somos testigos como no son pocos los miembros de los pueblos y comunidades que deben mendigar para sobrevivir.
Con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, las estimaciones aseguran que el 15 por ciento de la población de México es indígena. En 2022, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía señaló que el 18 por ciento de esa población no tiene un trabajo o no está bien remunerado; cerca del 17 por ciento no tiene recursos suficientes para subsistir en sus necesidades primordiales, poco más del 13 por ciento no tiene seguridad ni atención médica y más del 12,5 no cuenta con apoyos de programas sociales.
El 8 de noviembre de 1992, los obispos de México, en ocasión del V centenario del inicio de la evangelización del Nuevo Mundo, lanzaron un profundo mensaje que, en su parte medular, expresó: “Reconocemos el sentido profético de tantos misioneros que se distinguieron por su defensa de los derechos humanos contra los abusos de los encomenderos y autoridades. Ellos defendieron a los indígenas con denuncias efectivas, es decir, con su palabra y con sus hechos, algunos de ellos hasta sufrir la cárcel o la muerte”. (Mensaje con ocasión del V Centenario de la Evangelización de América, 8 de noviembre, 1992)
Efectivamente, exigir de España el perdón de sus pecados es como escupir al cielo cuando nosotros, desde nuestra identidad mestiza, hemos hecho de los indígenas un emblema del populismo que los trata peor como en el pasado.
Editorial del Centro Católico Multimedial