El texto guiará los trabajos de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria, prevista del 2 al 27 de octubre. El documento está en continuidad con todo el proceso sinodal iniciado en 2021 y presenta propuestas para una Iglesia cada vez más «sinodal en misión», más cercana a la gente y en la que todos los bautizados participen de su vida. Entre los puntos de reflexión figuran la valorización de la mujer y la necesidad de transparencia y rendición de cuentas.
¿Cómo ser una Iglesia sinodal misionera? Esta es la pregunta básica de la que parte el Instrumentum laboris (IL) de la próxima sesión del Sínodo de los Obispos, prevista del 2 al 27 de octubre, la segunda de la XVI Asamblea General Ordinaria, después de la de 2023. El IL -publicado hoy, martes 9 de julio, y presentado en la Oficina de Prensa de la Santa Sede- no ofrece «respuestas prefabricadas», sino «indicaciones y propuestas» sobre cómo la Iglesia, en su conjunto, puede responder «a la necesidad de ser ‘sinodal en misión'», es decir, una Iglesia más cercana a las personas, menos burocrática, que sea casa y familia de Dios, en la que todos los bautizados sean corresponsables y participen en su vida en la distinción de sus diferentes ministerios y roles.
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Las cinco partes del documento
El documento está estructurado en cinco secciones: introducción, fundamentos y tres partes centrales. La introducción recuerda el camino recorrido hasta ahora y destaca los hitos ya logrados, como la generalización de la metodología sinodal de la Conversación en el Espíritu. Le siguen los fundamentos (nn. 1-18) que se centran en la comprensión de la sinodalidad, vista como un camino de conversión y reforma. En un mundo marcado por divisiones y conflictos, se subraya, la Iglesia está llamada a ser signo de unidad, instrumento de reconciliación y oído atento para todos, especialmente para los pobres, los marginados, las minorías apartadas del poder.
Valorar a la mujer en la Iglesia
Los fundamentos dedican también un amplio espacio (n.13-18) a la reflexión sobre el papel de la mujer en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia, subrayando «la necesidad de dar un reconocimiento más pleno» a sus carismas y a su vocación. «Dios ha elegido a algunas mujeres para ser las primeras testigos y heraldos de la resurrección», recuerda el IL; ellas, por tanto, «en virtud del Bautismo están en condición de plena igualdad, reciben la misma efusión de dones del Espíritu y están llamadas al servicio de la misión de Cristo».
Participación y responsabilidad
En algunas culturas, se desprende del IL, «la presencia del machismo sigue siendo fuerte»; por ello, se pide a la segunda sesión sinodal «una participación más amplia de las mujeres en los procesos de discernimiento eclesial y en todas las fases de los procesos de toma de decisiones» junto con «un acceso más amplio a los puestos de responsabilidad en las diócesis y en las instituciones eclesiásticas», así como en los seminarios, institutos, facultades teológicas y «en el papel de juez en los procesos canónicos». Las sugerencias se refieren también a las mujeres consagradas, para las que se espera «un mayor reconocimiento y un apoyo más decidido» a sus vidas y carismas, junto con «su empleo en puestos de responsabilidad».
Sobre el diaconado femenino continúa la reflexión teológica
Sobre la admisión de mujeres al ministerio diaconal, el IL informa que es solicitada por «algunas Iglesias locales», mientras que otras «reiteran su oposición» (n. 17). El tema, se señala, «no será objeto de los trabajos» del próximo mes de octubre, por lo que es bueno que «continúe la reflexión teológica». En cualquier caso, la reflexión sobre el papel de la mujer «pone de relieve el deseo de un fortalecimiento de todos los ministerios ejercidos por los laicos», para quienes se pide que «adecuadamente formados puedan contribuir también a la predicación de la Palabra de Dios también durante la celebración de la Eucaristía» (n. 18).
Parte I – Relaciones con Dios, entre hermanos y entre Iglesias
Tras la introducción y los fundamentos, el IL se detiene en las relaciones (nn. 22-50) que permiten a la Iglesia ser sinodal en la misión, es decir, las relaciones con Dios Padre, entre hermanos y entre las Iglesias. Los carismas, los ministerios y los ministerios ordenados son, pues, esenciales en un mundo y para un mundo que, en medio de tantas contradicciones, busca la justicia, la paz y la esperanza. De las Iglesias locales emerge también la voz de los jóvenes que reclaman una Iglesia no de estructuras, ni de burocracia, sino fundada en relaciones que susciten y vivan en dinámicas y caminos. En esta perspectiva, la Asamblea de octubre podrá analizar la propuesta de dar vida a nuevos ministerios, como el de «escuchar y acompañar».
Parte II – Caminos formativos y discernimiento comunitario
Estas relaciones deberán desarrollarse cristianamente a lo largo de itinerarios (n. 51-79) de formación y de «discernimiento comunitario», que permitan a las Iglesias tomar decisiones adecuadas, articulando la responsabilidad y la participación de todos. «El entrelazamiento de las generaciones es una escuela de sinodalidad», afirma el IL, «todos, los débiles y los fuertes, los niños, los jóvenes y los ancianos, tienen mucho que recibir y mucho que dar» (n. 55).
La importancia de la rendición de cuentas
Pero entre los caminos a seguir se encuentran también aquellos que permiten a quienes tienen responsabilidades eclesiales rendir cuentas con transparencia de sus acciones para el bien y la misión de la Iglesia. «Una Iglesia sinodal necesita una cultura y una práctica de la transparencia y la rendición de cuentas», reza la IL, «que son indispensables para fomentar la confianza mutua necesaria para caminar juntos y ejercer la corresponsabilidad en la misión común» (n. 73).
Una Iglesia creíble requiere transparencia y responsabilidad
Recordando a continuación que «la rendición de cuentas por el propio ministerio a la comunidad pertenece a la tradición más antigua, que se remonta a la Iglesia apostólica» (n. 74), el documento de trabajo subraya que hoy «la exigencia de transparencia y rendición de cuentas en y por la Iglesia se ha hecho necesaria como consecuencia de la pérdida de credibilidad debida a los escándalos financieros y, especialmente, a los abusos sexuales y de otro tipo a menores y personas vulnerables. La falta de transparencia y responsabilidad alimenta el clericalismo» (n. 75), que se basa erróneamente en el supuesto de que los ministros ordenados no tienen que rendir cuentas a nadie por el ejercicio de su autoridad.
Se necesitan estructuras de evaluación
La responsabilidad y la transparencia, insiste el IL, conciernen a todos los niveles de la Iglesia y no se limitan al ámbito de los abusos sexuales y financieros, sino que afectan también a «los planes pastorales, los métodos de evangelización y la manera en que la Iglesia respeta la dignidad de la persona humana, por ejemplo en lo que respecta a las condiciones de trabajo en sus instituciones» (n. 76). De ahí la petición de «estructuras y formas de evaluación necesarias -entendidas en un sentido no moralista- del modo en que se ejercen las responsabilidades ministeriales de todo tipo» (n. 77). A este respecto, el documento recuerda la necesidad de que la Iglesia garantice, por ejemplo, la publicación de un informe anual tanto sobre la gestión de los bienes y recursos, como sobre el desempeño de la misión, incluyendo «una ilustración de las iniciativas emprendidas en el ámbito de la salvaguardia (protección de menores y personas vulnerables) y la promoción del acceso de las mujeres a puestos de autoridad y su participación en los procesos de toma de decisiones» (n. 79).
Parte III – Los lugares del diálogo ecuménico e interreligioso
El IL analiza a continuación los lugares (n. 80-108) en los que toman forma las relaciones y los caminos. Lugares que deben entenderse no simplemente como espacios, sino más bien como contextos concretos, caracterizados por las culturas y los dinamismos de la condición humana. Invitando a superar una visión estática y una imagen piramidal de las relaciones y experiencias eclesiales, el documento de trabajo reconoce más bien su variedad y pluralidad, que permiten a la Iglesia -una y universal- vivir en circularidad dinámica «en los lugares y desde los lugares», sin caer ni en particularismos ni en aplanamientos. Al contrario: es precisamente en este horizonte así delineado donde deben insertarse los grandes temas del diálogo ecuménico, interreligioso y cultural. En este contexto, la búsqueda de formas de ejercicio del ministerio petrino abiertas a la «nueva situación» del camino ecuménico, hacia la unidad visible de los cristianos (n. 102 y 107).
Peregrinos de la esperanza
Por último, el documento recuerda cómo cada una de las preguntas que contiene quiere ser un servicio a la Iglesia y una ocasión para sanar las heridas más profundas de nuestro tiempo. Por ello, el Instrumentum laboris concluye con una invitación a continuar el camino como «peregrinos de la esperanza», también en la perspectiva del Jubileo de 2025 (n. 112).
Nota reproducida en Vatican News