Tras el triunfo de Javier Milei, uno de los hechos más sorpresivos de su primera semana como presidente electo fue la conversación telefónica que mantuvo el martes con el Papa Francisco. No era para menos después de haberlo descalificado -y hasta insultado hace unos años-, pero también luego de las impl{icitas alusiones filosas del pontífice al libertario en los últimos meses. La sorpresa debería ser aún mayor si se tiene en cuenta cómo se desarrolló la conversación y los gestos mutuos que continuaron tras la charla y que permiten comenzar de modo auspicioso una relación entre personas que bien podría decirse que son el agua y el aceite. ¿Lo son?
Es cierto que Milei comenzó a enviar señales conciliatorias a partir del primer debate presidencial cuando, al ser interpelado por Sergio Massa, afirmó que se había disculpado en privado con el Papa, cosa que reiteró en el último. Más aún: empezó a decir que si Francisco decidía venir y él era presidente lo iba a recibir con todos los honores de jefe de Estado y cabeza de la Iglesia católica. ¿Pero cuánto pesaba en el libertario la necesidad de sumar -o, al menos, no restar- votos? Además, no puede pasarse por alto que llegó a decir que al entrar a la política se moderó, pero luego acusó al pontífice de tener “afinidad con dictaduras sangrientas”.
Paralelamente, entre sus allegados había quienes se sobresaltaban cada vez que el libertario embestía contra el Papa. O cuando lo hacía una persona cercana como fue el caso de su gran referente intelectual, Alberto Begenas Lynch (h), quien propuso “romper relaciones con el Vaticano mientras haya una cabeza totalitaria”. Si bien dirigentes como la ahora vicepresidenta electa, Victoria Villarruel, y la seguramente canciller, Diana Mondino -ambas católicas practicantes-, procuraban ocultar su disgusto hacia afuera de su espacio, no lo escondían hacia adentro.
De hecho, fue Mondino la que más se movió hacia el final de la campaña ante un eventual triunfo del libertario y en las horas siguientes al balotaje para lograr un acercamiento con el Papa. No obstante, la concreción del llamado correspondió al ex candidato a jefe de Gobierno porteño de La Libertad Avanza, Ramiro Marra, quien lo llamó a Francisco a través de su oftalmólogo en Buenos Aires cuando era arzobispo y que lo sigue atendiendo actualmente, Fabio Bartucci, sabiendo que en ese momento se encontraba con el pontífice y le pasó el teléfono a Milei.
Quienes escucharon la charla dijeron que no sólo debería sorprender que ambos hayan conversado después de los agravios y las alusiones punzantes, sino el modo intimista, aleta de lo formal. “Hablaron como si se conocieran de toda la vida”, señalaron. En las cercanías de Francisco destacan que lo más importante fue que iniciaron una relación personal, nada institucional, como le gusta a Jorge Bergoglio, en contraposición al tipo de relación por la que optó el gobierno de Mauricio Macri, cuyos funcionarios más relevantes querían tenerlo lejos.
El vinculo no se ciñó a la comunicación telefónica. Le siguieron una serie de gestos. Francisco -como había prometido- le envió un rosario a Milei (el libertario se declara católico, pero hace dos años estudia La Torá, la biblia judía), más otro a Villarruel, a través del oftalmólogo, cosa que se concretó el viernes. A su vez, el presidente electo reveló en el programa A Dos Voces, de TN, que con vistas a su anunciado “viaje espiritual” a Israel -que aún no tiene fecha- hará gestiones para sumar una audiencia con el pontífice.
Todo indica que ni bien asuma Milei le enviará al Papa la carta de invitación a que visite la Argentina, un requisito de todo viaje papal a un país que se completa con el convite de la Iglesia local, algo que hizo hace dos semanas la Conferencia Episcopal. El libertario se encamina a ser el presidente que lo reciba, ya que es muy alta la probabilidad de que Francisco venga en el primer semestre del año que viene. Habrá que ver en qué momento se produce el anuncio formal, que no estaría lejano.
El buen vínculo que se creó entre Francisco y Milei le permite al pontífice aparecer por encima de la grieta en la que cayó en los últimos años. Esa situación fue la principal complicación para la concreción de su visita a la Argentina porque la propia secretaría de Estado del Vaticano le advertía que todo lo que dijese o hiciese aquí sería motivo de polémica.
Además de confirmar a los católicos en la fe -como constituye el cometido de todo viaje papal-, Francisco quiere hacer una contribución a la unidad de los argentinos. La conversación con Milei -que constituyó una muestra de perdón y diálogo, que tanto necesitará el país en la nueva etapa que está por comenzar, subrayan en la Iglesia- fue un paso en esa dirección.
Nota reproducida en Religión Digital