«Los niños ven violencia y odio, ven a sus padres discutir y no piden otra cosa que la paz», asegura el presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, Marco Impagliazzo
Lo primero que hace una guerra es arrancar de cuajo la infancia a los niños: son privados de la debida atención sanitaria; de los alimentos que necesitan para vivir y de la educación; de poder jugar al aire libre con sus amigos. Muchos son reclutados por grupos extremistas. Viven con terror los ataques a escuelas y hospitales de sus ciudades. Los conflictos les infringen heridas en forma de traumas físicos y psicológicos que llevaran de por vida si logran sobrevivir.
Pensando en todas estas víctimas inocentes, el Papa ha convocado la primera Jornada Mundial de los Niños, que arrancará el próximo sábado 25 a las 15:30 en el Estadio Olímpico de Roma con un encuentro en el que no faltará la música, el deporte y la espiritualidad. Hasta habrá un partido que disputarán los niños y algunos futbolistas profesionales dirigidos por el italiano Gianluigi Buffon. Participarán cerca de 70.000 niños provenientes de más de 100 países, muchos de ellos, afligidos por las bombas. «Habrá niños de la República Democrática del Congo, que tanto ha sufrido a causa de la guerra que asola la región de Kivu del Norte; de Afganistán, donde los focos mediáticos se han apagado tras la huida de la comunidad internacional de Kabul; de Siria, donde hay niños que nunca fueron a la escuela porque crecieron en campos de refugiados y también muchos niños ucranianos, acogidos en Italia tras la guerra gracias a los corredores humanitarios. También habrá una delegación de niños provenientes de Gaza, que contará con algunos de los niños heridos por las bombas que han llegado a Italia para curarse gracias a una misión humanitaria del gobierno italiano», ha explicado el presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, Marco Impagliazzo, en la rueda de prensa de presentación en el Vaticano.
Para preparar la gran cita de la infancia se han tenido en cuenta sus preocupaciones. Miles de niños han remitido a los organizadores sus dibujos, algunas redacciones y cartas de los que ha «surgido con gran insistencia un único mensaje: “Papa Francisco, ayuda al mundo a hacer la paz”», ha asegurado Impagliazzo. «El suyo es un mundo muy diferente al de las generaciones que los han precedido: la paz es una exigencia apremiante de los niños, que el Papa ha comprendido y captado y que hace suya cada vez que habla de paz», ha añadido. Los niños ven violencia y odio, también cuando «ven a sus padres discutir y no piden otra cosa que la paz», ha asegurado el presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, movimiento que ha organizado la cita junto al Dicasterio para la Cultura y la Educación del Vaticano, el sacerdote Enzo Fortunato y la Cooperativa Auxilium.
El objetivo de este evento de dos días —25 y 26 de mayo— estructurado a partir de conceptos como fraternidad, paz, medio ambiente y deporte, es clamar ante un mundo donde se multiplican los focos bélicos, que «no queremos acostumbrarnos al sufrimiento de los niños». «Queremos estar de su lado, hacer nuestro su grito de paz, su llamamiento para que el planeta no sea devastado. Queremos dar fuerza, alegría y esperanza a miles de niños. El Papa ha comprendido la necesidad de volver a partir de los niños para cambiar el mundo», ha incidido Impagliazzo.
El Santo Padre será el encargado de cerrar la primera Jornada Mundial de la Infancia el domingo 26 de mayo en la plaza de San Pedro. Junto a él estará el oscarizado actor y director italiano Roberto Benigni, quien tras el rezo del Regina caeli interpretará uno de sus monólogos. «La instauración de una Jornada Mundial de los Niños, fuertemente deseada por el Papa Francisco, es un acontecimiento de alcance mundial, no solo para la historia de la Iglesia, sino para la humanidad», ha declarado por su parte el sacerdote Enzo Fortunato, director de Comunicación de la basílica papal de San Pedro y principal coordinador de este encuentro.
El evento será «un canto de esperanza» y una señal «a los caudillos» del mundo. «Queremos mirar el mundo a través de los ojos de los niños, que son la esperanza de los pueblos, su futuro. La sencillez de sus corazones es un don de Dios y, para quienes saben acogerlo, la posibilidad de la paz. Doy las gracias públicamente —ha referido Fortunato— a Roberto Benigni y a todos aquellos que han decidido trabajar y donar su tiempo y su talento a los niños de todo el mundo».